Los anillos inteligentes han ganado popularidad en los últimos años, especialmente con marcas como Oura y el reciente Samsung Galaxy Ring. Estos dispositivos están diseñados principalmente para la monitorización pasiva de la salud y han capturado la atención de muchos usuarios. Sin embargo, enfrentan un problema considerable que no se debe ignorar: su falta de reparabilidad. A diferencia de otros dispositivos electrónicos como smartphones o relojes inteligentes, los anillos inteligentes son extremadamente difíciles, si no imposibles, de reparar. Las baterías de iones de litio que contienen estos dispositivos tienen una vida útil limitada y, con el tiempo, se degradan, afectando la autonomía del anillo. En dispositivos como los teléfonos móviles, aunque la reparabilidad ha disminuido, todavía es posible reemplazar componentes como la batería. No es el caso de los anillos inteligentes. Según iFixit, una empresa conocida por evaluar la reparabilidad de los dispositivos, los anillos inteligentes no pueden abrirse sin dañarse irreversiblemente. El interior del anillo está hecho de materiales como resina y plástico que están integrados de tal manera que no se pueden separar del material exterior, a menudo titanio. Para acceder al interior sería necesario romper el anillo, lo que hace inviable cualquier tipo de reparación. Esta situación plantea un problema significativo: cuando la batería del anillo se agota o el dispositivo deja de funcionar correctamente, la única opción es desecharlo y comprar uno nuevo. Esto no solo tiene un impacto económico para el consumidor, sino también un impacto medioambiental. Aunque actualmente los anillos inteligentes no se venden en las mismas cantidades que los smartphones o smartwatches, su acumulación como desechos electrónicos podría convertirse en un problema.
Fuente: HTCMania